Conoce el sapo que se volvió principe de la moda

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El cuero de esta especie de sapo es un preciado accesorio de moda en Europa y se vende ahora al resto del mundo.  

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Luego de convertirse en plaga nacional en Australia, el sapo Rhinella Marina de América Latina es el boom en la moda europea. El batracio gigante tropical, que abunda en América central y norte de Sudamérica, es importado por Australia para combatir escarabajos dañinos para la agricultura. El sapo con el tiempo termina como accesorio de moda en Europa, donde es usado por hombres y mujeres, teñido en fucsia, turquesa, amarillo o verde, convertido en pulsera, cinturón, colgante o monedero. La atracción de este animal consiste en su piel frágil características propias de la víbora pitón, los ojos del sapo son reemplazados por piezas de vidrio o piedras semipreciosas Todo comienza en París hace poco más de dos años. «Un amigo me había ofrecido una ranita amuleto neozelandesa embalsamada que me provocaba cierto rechazo, pero que terminó fascinándome» cuenta la diseñadora polaca Monika Jarosz. «Cuanto más tocaba la rana, más su cuero me decía cosas, y más iba tomando forma la idea de crear algún tipo de joya. Pero era necesario conseguirlos reciclados», agrega. Monika se dirige entonces a restaurantes que cocinaban ancas de rana, en vano. Hasta que descubre la existencia de un sapo gigante venenoso proveniente de América Central y del Sur, introducido en Oceanía hace muchas décadas. El batracio proliferó tanto y evolucionó hasta alcanzar a veces el tamaño de un pequeño perro que aún los defensores del medio ambiente se suman hoy a las autoridades de Australia para capturar y eliminar este animal convertido en amenaza para el ecosistema ya que su ingestión es venenosa para otros animales. Con la ayuda de un taxidermista australiano de Cairns, Monika Jarosz obtiene los restos de sapo «cuyo tratamiento necesita 14 etapas antes de poder teñirlos y trabajarlos». Fue en un taller de marroquinería de lujo de Romainville, en los suburbios de París, donde los sapos se convierten en carteras, monederos o cintos de lujo, fabricados a mano y «made in France». La empresaria, que actualmente trabaja para empresas de lujo, comprende que deberá tratar” caso por caso a estos animales exóticos que nunca tienen el mismo tamaño y que exigen gran minuciosidad». A eso se suman todo tipo de creencias y supersticiones. «Símbolo de fertilidad y prosperidad, están muy vinculados a la brujería», recuerda Monika  mientras selecciona un centenar de sapos muertos, aplanados y secos, de 10 a 20 cm de largo, cuya cabeza sobresale como en las antiguas alfombras de tigre, recién llegados de Australia, y a punto de ser reenviados a Millau. «Yo no apuesto a lo gótico, lo que me interesa es el cuento de hadas, el sapo que se convierte en príncipe…», agrega, antes de besar a uno de los sapos turquesa con mirada negra y brillante. Transformado en monedero, cuesta entre 220 y 250 euros según el país donde se vende, Japón, Estados Unidos, China, Francia, Alemania. El bolso más caro cuesta más de 1.000 euros  unos 1.300 dólares. Monika terminó lanzando su propia marca, Kobja, una palabra derivada de «ranita» en polaco. Vendidos en tiendas de lujo o puntos de venta en Tokio, Pekín, Nueva York, París y Berlín, los sapos adquirieron el estatuto de «objetos de culto» y entre sus propietarios hay varios famosos que siguen dando a Monika novedades de sus modelos.Luego de convertirse en plaga nacional en Australia, el sapo Rhinella marina de América Latina es el boom en la moda europea. El batracio gigante tropical que abunda en América central y norte de Sudamérica, es importado por Australia para combatir escarabajos dañinos para la agricultura. El sapo  con el tiempo termina como accesorio de moda en Europa, donde es usado por hombres y mujeres, teñido en fucsia, turquesa, amarillo o verde, convertido en pulsera, cinturón, colgante o monedero, es una historia digna de ser contada. La atracción de este animal consiste en su piel frágil características propias de la víbora pitón, los ojos del sapo son reemplazados por piezas de vidrio p piedras semipreciosas Todo comienza en París hace poco más de dos años. «Un amigo me había ofrecido una ranita amuleto neozelandesa embalsamada que me provocaba cierto rechazo, pero que terminó fascinándome» cuenta la diseñadora polaca Monika Jarosz. «Cuanto más tocaba la rana, más su cuero me decía cosas, y más iba tomando forma la idea de crear algún tipo de joya. Pero era necesario conseguirlos reciclados», agrega. Monika se dirige entonces a restaurantes que cocinaban ancas de rana, en vano. Hasta que descubre la existencia de un sapo gigante venenoso proveniente de América Central y del Sur, introducido en Oceanía hace muchas décadas. El batracio proliferó tanto y evolucionó hasta alcanzar a veces el tamaño de un pequeño perro que aún los defensores del medio ambiente se suman hoy a las autoridades de Australia para capturar y eliminar este animal convertido en amenaza para el ecosistema ya que su ingestión es venenosa para otros animales. Con la ayuda de un taxidermista australiano de Cairns, Monika Jarosz obtiene los restos de sapo «cuyo tratamiento necesita 14 etapas antes de poder teñirlos y trabajarlos». Fue en un taller de marroquinería de lujo de Romainville, en los suburbios de París, donde los sapos se convierten en carteras, monederos o cintos de lujo, fabricados a mano y «made in France». La empresaria, que actualmente trabaja para empresas de lujo, comprende que deberá tratar” caso por caso a estos animales exóticos que nunca tienen el mismo tamaño y que exigen gran minuciosidad». A eso se suman todo tipo de creencias y supersticiones. «Símbolo de fertilidad y prosperidad, están muy vinculados a la brujería», recuerda Monika  mientras selecciona un centenar de sapos muertos, aplanados y secos, de 10 a 20 cm de largo, cuya cabeza sobresale como en las antiguas alfombras de tigre, recién llegados de Australia, y a punto de ser reenviados a Millau. «Yo no apuesto a lo gótico, lo que me interesa es el cuento de hadas, el sapo que se convierte en príncipe…», agrega, antes de besar a uno de los sapos turquesa con mirada negra y brillante. Transformado en monedero, cuesta entre 220 y 250 euros según el país donde se vende, Japón, Estados Unidos, China, Francia, Alemania. El bolso más caro cuesta más de 1.000 euros  unos 1.300 dólares. Monika terminó lanzando su propia marca, Kobja, una palabra derivada de «ranita» en polaco. Vendidos en tiendas de lujo o puntos de venta en Tokio, Pekín, Nueva York, París y Berlín, los sapos adquirieron el estatuto de «objetos de culto» y entre sus propietarios hay varios famosos que siguen dando a Monika novedades de sus modelo.
AFP
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